Tempestad que ya no duermes,
abrigas mi entumecido rostro
con tu frágil grito.
Ven y dame sepultura apropiada
con tu salvaje mirada.
No es una incógnita nacer con dolor,
se suele regalar cuando ya no hay
razones para vivir.
Las flores han venido a despedirse
de mi,
irán rumbo a los océanos amarillos
de las hojas
y al verlas perderse de mis ojos,
no una, sino dos lagrimas me han
regalado.
La economía del delirio ya esta
en su punto culminante
y he tenido el tiempo suficiente
para construir un cielo gris disgustado.
Han cesado las voces y solo
el pequeño ladrido de un perro
encolerizado se aferra al ímpetu.
He descubierto el misterio
y ya no me ilumino mas de infinito.
La vida esta
al otro lado de los ojos.
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