Últimamente he tenido
feroces noches de borrachera,
confundido como para saber si estoy despierto,
confundido como para saber si estoy durmiendo.
Anclado en un trabajo sin futuro,
llegando siempre tarde
debido a mi religiosa necesidad
de no llegar a tiempo a ningún lado,
ni siquiera a mi propia muerte
llegare a tiempo…
Masticando los pedazos de conversación
de la noche anterior y
todos los de las noches anteriores.
Derramando mucho más cansancio
del que estoy dispuesto a derramar.
Bebiendo mucha agua para aplacar
mi estado de felicidad extendida
en el tiempo de vida de los vampiros.
Mirando mis manos temblar,
observando el amarillo de mis dedos
consumidos por las caricias de mis cigarrillos,
exhalando un suspiro suave y contenido,
libre de opresión,
libre de deseos,
libre de políticas e ideas anarco-narcisistas.
Observando el reloj y notando claramente
como aquello por lo que peleo día a día
finalmente muere y nace
cuando se que debo irme de ese lugar
de torturas.
Y al final del día
mientras en Cipolletti todos desgarran
odios,
alegrías,
inmortalidad de la indiferencia,
delitos algo extraños y
toda la sordidez de una manzana podrida,
camino por las calles de la ciudad
observando una puesta del sol
tan roja como la sangre,
tan libre como mi mugre,
tan preciosa como la muerte,
desbordado por aquella efímera belleza
de solo 10 segundos
me encuentro infectado de tanta emoción
que como buen anti-budista no puedo más
que simplemente
llorar.
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