domingo, 3 de abril de 2011

El mismo viejo reencuentro

Se puede llenar un corazón muerto 
con mucho mas dolor 
que con frágiles palabras muertas. 
No tengo la necesidad de huir 
de mi dolor o hacer de el mi bandera, 
solo quiero que quien es feliz 
lo siga siendo y no compadezca 
mi vida. 
Al fin y al cabo no tengo nada 
en común con la gente que es feliz 
o cree serlo. 
Mi normalidad es la de los locos 
y los pobres. 
Soy un árbol de sueños fundidos 
que camina dejando como lagrimas 
miles de hojas. 
No arrojo suspiros solo gritos 
o acaso ecos, que engañan 
a los sonidos mientras estoy 
en silencio. 
Salgo cada día y cada mañana 
a cultivar polvo para mis pies 
dejando esparcidos los recuerdos 
de cada noche 
en los canastos de basura, 
los cuales luego por la noche 
vuelvo para proteger. 
Cuando verde es el aroma 
de la putrefacción diaria 
(gente, gente, gente)
es cuando lanzo todas cenizas 
de mis pulmones a los pájaros
de la plaza.
La epidemia en mis ojos no es 
un auto lujoso o una joven pareja 
sino una siniestra mariposa 
que me recuerda que aun 
no estoy muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario