Estaba sentado esperando a
que el tiempo pase,
que las nubes desciendan y
que el calor deje de agobiarme.
Pero perdí mis ojos y mis sueños
al dormirme.
Horas más tarde arroje caladas
de humo mientras encendía
la radio.
No escuche muchas cosas
interesantes, salvo una obertura
de Beethoven
y deseos de Felicidad por doquier,
como los papelitos que lanzan
a las canchas de futbol,
millones e innecesarios.
Ojala nos dijeran cuando nos vamos
a morir o quienes nos van a dañar.
Pero en un mundo perfecto
esas cosas serian tan aburridas
que la noción de perderme
en el alcohol no existiría.
Aun así ciertas cosas aceptaría.
La noche nunca cae,
se eleva por los planos de una
ciudad inmunda y
las cerezas se siguen vendiendo
a 15 pesos los 2 kilos,
los niños siguen viendo magia
en sus ojos mientras algo queman y
los adultos siguen conversando
con la Muerte,
mientras los menos atentos
se pierden en una página
sin vicios reales.
Un perfecto montaje donde los pisoteados
decidimos soplar hormigas mientras
esperamos caer las lágrimas del cielo
una vez más.
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