Hay una pequeña verdad en algunos niños
que al crecer se vuelve una herramienta
que ninguna corporación puede doblegar jamas.
Hoy en día como hace años atrás,
(los 80 y los 90)
los niños almacenan los cimientos de su
*supuesta alegría* en muñecos tan absurdos
y vacíos como el monopolio del que surgieron.
La rubia heralda, dueña de mil emociones vacías
y el dinosaurio colorido que tranquiliza
a los futuros obreros que serán oprimidos,
son los estandartes de esta primera etapa
del a-n-t-i-c-a-o-s.
Y entre tantas adaptaciones de libros llevados
al cine, la necesidad por comenzar a leer
un libro a temprana edad se ha perdido
definitivamente, en pos de un entretenimiento
mucho mas aburrido y de contendido nulo,
como así lo demuestran *los adultos*
al ser inmediatamente absorbidos por Tinelli
y sus residuos televisivos, al igual que
la siempre presente y estúpida
religión que es el fútbol.
Yo aun no se lo que es un juguete,
a mi pequeña edad tenia cosas mas
importantes por la que preocuparme,
como bombear el agua del pozo
para hacer la comida
o vender botellas de coca-cola para
comprar un foco.
Pero comprendí como muchos otros niños
mas, que lo que mas me daba miedo era
ser el títere un juguete que no sabia
lo que era explotar las letras de un libro.
Por eso, hace muchos años atrás decidí
convertirme en una bomba de efecto domino
que solamente regala y juega con
f-u-s-i-l-e-s d-e p-a-p-e-l.
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