domingo, 3 de abril de 2011

Niños que escriben cartas negras a los pájaros azules de mañana

Veo un puñado de pañuelos de papel 
tirados en el piso junto con el barro 
de noches anteriormente muertas. 
La cortina entreabierta y el estupor del sol 
golpean mi catatónica vida, 
esas arterias que desfibrila el sol 
no hacen más que infectarme aun más 
de este ciclo que nunca termina. 
El aire se vuelve sumamente blanco 
a esta hora (15:25 pm) 
y los pájaros parecen no cantar más. 
Quizas esten danzando en la tumba 
de algúna perdida orquidea. 
Ya no hay demasiado alcohol o razones 
para levantar el ojo y dilatar la pupila, 
ni siquiera las penas son lo suficientemente 
penas 
para regalar un trozo de cristal al suelo. 
En sigiloso silencio percibo el látido 
de corazones fantasmagóricos, 
de corazones de un rojo oscuro y 
de tibios hielos de fuego. 
Sostengo un cielo demasiado azul 
que no me gusta en lo absoluto, 
es un color demasiado muerto 
para un espectro 
y demasiado vivo para un ente dormido. 
La primavera es una extraña visión 
de una mentira que actua como parametro 
para adormecer sentidos, 
es algo asi como un polvo gris 
con aroma a cíclico olvido. 
Aquel nacer y renacer que manifiestan 
las flores son como balas que matan 
absurdos sentidos impuestos 
por metametaforas que nadie entiende 
y por eso pisan y pisan, 
como la necrofilia entre dos cadaveres

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