Cuerpo querido, asilo de mi locura,
enblema de mi muerte,
cada vez que pienso en resucitar y mezclar
mis pies con este mugroso mundo,
siento que mi negra alma se desvanece,
y la luz de mis tinieblas se tornan grises y rojas,
como la sangre mutilada de un pájaro en el asfalto.
Elevo mis ojos hacia un cielo ausente de amarillos
y entonces lo veo.
El falso paraiso a quienes todos llaman Felicidad
es algo más que una simple prostituta que cobra
muy caro,
es algo entre tierno y sombrio, como los dulces
en los bolsillos de un violador de niños.
El sencillo y mediocre purgatorio llamado vida
es demasiado aburrido para este paria,
estoy ennoblecido con las oscuras profundidades
de mi soledad y si contemplo la idea de compañia
es solo la de una dulce amante liquida.
Una Afrodita hecha de miel y vino,
un suave extasis para mi demencia ancestral.
Ya he visitado las tumbas sin rosas
y las sonrisas muertas de los rios,
he visto el placer en el horror y
la termura en la crueldad.
Con paso firme hacia lo desconocido,
camino como un cucaracha en el matadero,
simple y sin sentido, pequeño y negro
como el agujero del inhodoro y
esta paz mortal.
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